NOITES DO NORTE
Teatro GRAN REX
6, 7, 8, 9 y 14 de diciembre de 2001
LA NACIÓN
Revista
25 de noviembre de 2001
Texto: Alejandra Herren
Fotos: Daniel Caldirola
(Enviados especiales a Río de Janeiro)
Fotos: Daniel Caldirola
(Enviados especiales a Río de Janeiro)
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Caetano
Noches al Sur
Veloso regresa a Buenos Aires. Entre el 6 y el 9 de diciembre presentará en el teatro Gran Rex su último trabajo discográfico, Noites do Norte
Sobre la carioca avenida Vieira Souto, a orillas de las playas de Ipanema, la lluvia persistente de tres días ha dejado marcas sobre la arena. Un grupo de adolescentes se dedica al surf como si el sol del verano lo amparara, indiferente a los 18 grados inusuales que Río de Janeiro desparrama en neblinas.
Cerca de la calle Vinicius de Moraes (¿ese destino de calle será lo que existe más allá de la muerte?), pero frente al mar, está emplazado un edificio de cuatro plantas con grandes ventanales de cristal con vista a la inmensidad. Allí vive Caetano (Veloso, ¿hay otro?).
Es una casi noche en el norte de Brasil.
Dos guardias de seguridad están apostados en la puerta de entrada, pero basta una llamada que anuncia a la Revista para que los dos morenos abran paso.
Caetano no está. Pero ahora viene. Dicen.
Un enorme espacio, cuasi loft gigantesco: paredes blancas, un piano, una guitarra, sillones color manteca, una biblioteca muy poblada por habitantes de todas las especies literarias, discos, y montones de fotos familiares, muchas, que muestran a sus hijos, a él, a su esposa, Paula; a su madre en Bahía...
Por los ventanales se ve el mar. Se ve el horizonte. Y siguen allí los muchachones intentando cabalgar las olas. Con la tormenta están especialmente altas y espumosas.
De pronto llega él, Caetano.
Acaba de cumplir sesenta años el último 7 de agosto, pero, ¿quién diría?
Camina con cadencia de bossa nova. Tiene puesta una camisa naranja que contrasta con el color de su piel aceitunada. Y sonríe. Sonríe grande, del tamaño de su boca.
Con esa misma sonrisa y con las canciones de su último disco, Noites do Norte, fascinó en el Olympia de París a la periodista de Le Monde Veronique Mortaigne, que lo nombró rey: Rey de los milagros musicales.
Pero mucho antes de que Francia lo nombrara monarca de la música, el proceso para llegar hasta Noites do Norte lo llevó por un derrotero en cierta manera no previsto por él.
Antes de contar los pormenores, se sienta sobre un sillón, cruza las piernas y entrelaza los largos dedos de sus manos.
Habla tan suave como canta. “Al principio soñaba trabajar con sonido de voz y de percusión, sin canciones, sin palabras, sin obras cerradas, sino con experimentación de sonido de voz y percusión. Ya había hablado con los percusionistas que tocan conmigo y la idea era llegar al estudio de grabación sin nada preconcebido. Pensaba hacerlo así. Pero cayó en mis manos un libro de Joaquim Nabuco (ver recuadro), Minha formaçao (Mi formación), que es muy impresionante. Me impactó desde las primeras páginas, pero cuando llegué a la parte en que él, que fue un importante abolicionista en Brasil en el siglo XIX, rememora la historia de la abolición de la esclavitud y hace consideraciones sobre lo que vivió, sintió y pensó, entonces me quedé como arrebatado. Al fin me encontré poniendo música a un fragmento de su prosa (el que da nombre al disco). Eso también me llevó a hacer otras canciones y a elegir aun otras, y así el disco llegó a ser un disco de canciones, con mucha percusión y con algunos experimentos de voz y percusión, pero ya sobre las canciones. Fue solamente porque leí el libro de Joaquim Nabuco.”
– Que lo dejó así (tiene los ojos bañados en lágrimas).
– Que me dejó así, sea lo que sea lo que así quiera decir.
Noites do Norte ya había recibido tres nominaciones para el Grammy Latino, una de ellas en el rubro Música Popular de Brasil (¿dónde más iba a ser?). Y hace pocos días, Multishow, canal de televisión que entrega anualmente un galardón a la música popular, le dio el premio como mejor cantante de Brasil del año último.
Caetano dice, primero que nada, que los premios no le gustan demasiado. Y da un motivo: “Si te los crees, te vuelves un poco tonto y muy vacío”.
Después dice que es “realmente loco que me den un premio como mejor cantante de Brasil. Aquí hay muchos cantantes, realmente maravillosos”.
Seguidamente, Caetano se embarca en una amigable discusión con esta cronista acerca de quiénes son los mejores cantantes brasileños.
El dice que es Lenine. Y que el más grande músico de Brasil es João Gilberto: “El número uno, el que está por encima de todos”.
Finalmente se llega a un acuerdo y la conversación sigue su curso.
“A mí siempre me gustó mucho cantar, pero reconozco que hay otros mejores que yo, que hicieron cosas importantes el año que pasó. Entonces, cuando subí al escenario para agradecer, dije: Iba a decir que no me lo merezco, pero en cambio siento que sí me lo merezco. Siempre me gustó mucho cantar. Ahora es lo único que me gusta. Lo demás me parece feo, malo y aburrido.”
– ¿Por qué?
– Lo mismo me preguntaron los periodistas en Río en aquel momento. Te voy a decir lo mismo que dije, no sé por qué, entonces: Bueno, los talibanes han destruido las estatuas de Buda en Afganistán. Aunque no tuviera nada que ver con la pregunta que me hicieron, eso fue lo primero que me vino a la cabeza.
Con la misma arbitrariedad con la que respondió al sencillo interrogante del periodismo de su país, Caetano esta vez también prefiere hablar de los talibanes, de su enorme respeto por la religión musulmana, de su dolor por la destrucción de las estatuas de Buda, de la importancia del monoteísmo en la historia de la humanidad, de la relevancia de la cultura y la tolerancia de los musulmanes en un momento de la historia, durante la Inquisición, cuando los cristianos eran como monstruos. Y le gusta recordar que en aquel momento con el periodismo, mucho antes de los atentados a las Torres Gemelas, dijo que la destrucción de las estatuas de los Budas eran una mala señal. Premonición. La sintió. Y la dijo. Aunque no tuviera nada que ver. No era algo racional. No se imaginaba que después también iban a destruir el World Trade Center. Otro símbolo. Según él, el de la negación de Occidente.
Y después del viaje, vuelve.
El y la gente
Caetano acaba de cumplir 60 años. Buena parte de ellos los ha pasado en franco matrimonio con la música y en relación íntima con el público.
Ya hay varias generaciones que lo aman y, de hecho, muchas veces ese amor excesivo lo ha agobiado y se le ha hecho difícil de sobrellevar.
Tampoco le sientan siempre bien las giras. Por ejemplo, cuando junto con su banda quedó varado en Los Angeles después de los atentados del 11 de septiembre último. Justo cuando había ido para la ceremonia de entrega de los premios Grammy Latino, que fue suspendida, y cuando estaba a punto de comenzar su gira europea.
Pero su vínculo con la gente ha ido cambiando con el paso del tiempo.
“Porque no sólo cambié yo –dice–, sino que cambiaron los demás y otros nacieron. Eso cambia las plateas. Se suman personas nuevas que no existían cuando yo empecé a cantar. Hay gente que nació en 1981... (Su boca vuelve a convertirse en una particular ondulación de risa.) Cuando pregunto cuándo nacieron y me dicen en 1978... (Baja la cabeza.) ¡Me sorprende mucho escuchar que alguien pudo haber nacido en 1978 o en 1979, cuando mi hijo Moreno tenía 8 años! Y pensar que yo ya había hecho tantas cosas y tanta gente ya decía que yo era un tipo del pasado. Es curioso. Pero, bueno, el tiempo pasa...
– ¿Cómo se lleva con el paso del tiempo?
– Como puedo. Es lo único que tenemos y que estamos todo el tiempo dejando de tener. Pero sospecho que algo ganamos. No sé qué, pero algo ganamos. Por ejemplo, gané un hijo (Moreno, de 30), y pasados veinte años gané otro (Zeca, de 9), y pasados cinco más gané otro (Tom, de 4). Tengo tres hijos. Ellos crecen y me dan cosas nuevas, me sorprenden con cosas que vienen no se sabe de dónde, y me encantan. Y yo también aprendo a hacer cosas. Jamás podré cantar como puede cantar Lenine, pero he aprendido a hacerlo mejor de lo que lo hacía hace muchos años. He ganado amores, amistades. He mejorado mi relación con la gente más vieja, porque aprendí a comprenderla.
– ¿Aprendió a relacionarse mejor con el público?
– También. Pero con el público la profundidad de la relación no depende del paso del tiempo. Con la gente la profundidad es un misterio. Podía pasar en 1968 tanto como ahora, es mágico.
– ¿Y con los deseos?
– Tengo muchísimos deseos pendientes. Y no quiero dejarlos. Quizás algún día me dé cuen-ta de que tengo que abandonarlos, pero me resisto. Por ejemplo, cuando era adolescente dibujaba, pintaba y quería hacer películas; de hecho hice una. Muchas veces pienso que quizá, pero sólo quizá, no volveré a hacer nada de eso. (Se queda pensando un segundo.) Mi hijo Zeca ama dibujar y le gusta mucho que yo dibuje para él, porque cree que dibujo fantástico y eso lo impresiona. En esos momentos me dan ganas de volver a dibujar todos los días, para hacerlo mejor y poder enseñarle. Para mí es difícil dejar las cosas, no soy así.” En ese momento se produce uno de esos silencios llenos de pensamientos suspendidos. Caetano mira el techo, mira sus manos, vuelve a mirar el techo, sin verlo, y dice: “Hay muchas enseñanzas filosóficas, como las de Carlos Castaneda, que dicen que uno tiene que abandonar los deseos, limpiar el camino de todas las cosas en las que no pueda estar entero. Pero yo soy disperso. Y me encuentro siempre muy confundido. (Otra vez se ríe enorme, con labios gruesos y dientes blancos.) Y así sigo. No muy contento, pero tampoco convencido de lo contrario. Cuando pienso que debería ser más nítido, me acuerdo siempre de aquel personaje de San Juan, que decía que aquel que no fuera ni frío ni caliente estaba condenado. Pero, ¡ay!, no me quiero poner apocalíptico”.
Estira los dedos larguísimos hasta apoderarse de un vaso de gaseosa que está sobre la mesa. Después se levanta, comenta algunas tonterías al pasar y se sienta al piano.
Mientras el mar golpea la arena en Ipanema, Caetano acaricia las teclas.
Y el tiempo desaparece.
Joaquim Nabuco
Nacido en 1849, este importante abolicionista brasileño, que ocupó cargos como diputado y embajador, escribió, entre otras obras, Mi formación, que impactó a Caetano Veloso
El diplomático y abolicionista Joaquim Nabuco, que inspiró este último CD de Veloso, Noites do Norte, nació el 19 de agosto de 1849, en el seno de una influyente familia bahiana. Su madrina, a cuidado de quien quedaba cuando sus padres se iban de viaje, tuvo una enorme influencia en su crianza. En la finca de ella, Nabuco mantuvo contacto directo desde pequeño con los esclavos. Esto lo llevó a comprender la crueldad y la injusticia de la esclavitud.
Estudió Derecho en la Universidad de San Pablo, primero, y más tarde se trasladó a la de Recife. Fue estando allí, en 1869, que escribió el libro La esclavitud, que permaneció inédito hasta 1988, cuando lo publicó la fundación que lleva su nombre. Ese mismo año escandalizó a la elite local cuando defendió ante un jurado a un esclavo negro que había asesinado a su amo.
Nabuco escribió numerosos libros, pero fue Mi formación (1900), su autobiografía, la que impactó a Caetano.
Joaquim Nabuco fue embajador y diputado en repetidas ocasiones, y en cualquiera de sus cargos enarboló las banderas contra la esclavitud. En 1880 estableció en su residencia la Sociedad Brasileña contra la Esclavitud, desafiando a la clase conservadora de la época que la consideraba como indispensable para el desarrollo del país.
En 1896 participó en la fundación de la Academia Brasileña de las Letras, que tuvo como primer presidente a Machado de Assis y a Nabuco como secretario perpetuo.
Falleció en 1910, en Washington, mientras era embajador en Estados Unidos.
Brasil fue en un tiempo la economía esclava más grande del mundo. Ahora, casi la mitad de la población está integrada por negros. (http://www.fundaj.gov.br )
En Internet
Lo primero que hizo Caetano fue poner todo el paquete informativo de Noites do Norte en la Red. Según él, fue un intento de quebrar el comportamiento habitual de los medios
Caetano ha sido uno de los músicos más prestos a vincularse con la prensa. Pero con este último trabajo rompió sus hábitos: en lugar de entregarse a la andanada periodística, eligió lanzar todo el paquete por Internet (http://www.caetanoveloso.com.br ), mientras la prensa se tomaba su tiempo para escuchar el nuevo CD.
El dice que fue un intento de quebrar el comportamiento habitual de los medios. “Desde hacía un tiempo me disgustaba ver en los diarios los lanzamientos de discos, de libros o de películas. En todas partes, el mismo día, salía una entrevista hecha de rejuntes, una crítica chiquitita, escrita sin tiempo, que en consecuencia resultaba una combinación armada negligentemente. Me parece que así pierden los diarios y pierden los productos de los que hablan –decía Caetano cuando todo acababa de empezar–. Así nadie puede trabajar. Los críticos reciben el disco con un informe de prensa, el mismo día entrevistan al artista y salen corriendo a sus redacciones a escribir. Me pareció que poner todo en Internet ayudaría a romper esa conducta. Sería saludable para todos cambiar de comportamiento. De la manera en que se están haciendo las cosas no se privilegia la apreciación, se está dejando raquítica la instancia crítica. Creo que el problema es que en los diarios el sentido comercial parece haberle ganado la partida al sentido cultural. Esto empobrece la práctica del periodismo y compromete la calidad de los suplementos culturales. Esta deformación ha hecho que muchos periodistas busquen convertirse en personajes célebres, dando opiniones cargadas de agresividad, porque ser polémicos los convierte en las estrellas.” Para Caetano (dirán que es un soñador, pero no es el único), el sitio les permitirá a quienes tienen acceso e interés comparar lo que dicen los diarios con lo que está disponible en el sitio y sacar sus propias conclusiones.
El show
“Va a ser un show como todos mis shows: empieza muy seriamente y termina no tan seriamente”, bromea.
Al margen de sus chanzas, la realidad indica que el 6, 7, 8 y 9 de diciembre, Caetano Emanuel Vianna Telles Velloso, el quinto de siete hijos, se presentará en el teatro Gran Rex junto a su banda y a Noites do Norte, que el 7 de junio último presentó oficialmente en el Canecao de Río de Janeiro.
La banda que trae está integrada por el veterano Jacques Morelenbaum (chelo, bajo y voz); los cuatro percusionistas (“Los mismos de Livro, que ahora están más maduros”, dice Caetano, recordando quizá los brotes de histrionismo que tuvieron en sus shows de aquel entonces en Buenos Aires), Marcio Vitor, Josino Eduardo, Eduardo Josino y André Júnior; y el regreso de Cessinha (batería y voz). Todos se juntan con las nuevas incorporaciones de Pedro Sá (bajo, guitarra y voz) y Davi Morais (guitarra, bandolín y voz).
La celebración, entonces, será el 6, 7, 8 y 9 de diciembre. Las entradas ya están a la venta, y cuestan entre 20 y 60 pesos.
Sábado 8 de diciembre de 2001
Caetano y su noche luminosa
Presentó Noites do Norte con un recital mágico y brillante. Hizo nuevas versiones de canciones clásicas como Tigresa y Menino do Rio y mostró las muchas tendencias musicales que lo atraviesan.
MARIANO del MAZO
Casi sin escenografía, sin decir una palabra más allá de las canciones, vestido de negro, Caetano Veloso alumbró el Gran Rex con un concierto mágico en el que combinó las novedades de su último disco Noites do Norte con temas emblemáticos como Tigresa o Menino do Rio. La mirada de Caetano sobre su propia obra es siempre oblicua: cada versión aporta un nuevo guiño, un nuevo contenido, ya sea por la intencionalidad de sus gestos —siempre felinos y elegantes pero, además, siempre significativos— o por la de los arreglos. Ocurre con Manhata (Manhattan) que, después de los atentados del 11 de setiembre, obviamente adquirió otra relevancia: Caetano "opina" y homenajea a esa ciudad con una simple modulación en la pronunciación de la palabra Manhattan, más cerca de la sutileza que del énfasis. Ocurre cuando el ácido rap tropicalista Haiti clausura el set negro referido a la esclavitud (Soy mulato, Noites do Norte, 13 de Maio y Zumbi).
Esponja voraz, mutante feroz, Caetano va del rock más o menos furioso de Rock ''n Raul a la psicodelia de Magrelinha, del samba de Araca azul al carnaval de Língua o Gente. Se desliza por 35 años de carrera —35 años integrando ideas y corrientes musicales tan distintas como pueden ser el bolero y la música electrónica— con una naturalidad medular. En algunos momentos —como en la gloriosa liviandad de Trem das Cores y su balanceo sobre el volumen— alcanza una perfección temeraria.
Como desde hace 10 años, la intrepidez de Caetano Veloso tiene una red musical implacable en Jaques Morelenbaum. Su cello ofrece una diversidad sonora —y una profundidad— que hace equilibirio con los tambores afro. El cello de Morelenbaum puede hacer de bajo, de guitarra e, incluso, de cello. Y, como en Cajuina, logra momentos supremos cuando se lo escucha solo, junto a la diáfana guitarra de Veloso. A un costado, los tambores a cargo de cuatro negros fantásticos reverberan en este show como un eco de la esclavitud. Las guitarras eléctricas alternadas o juntas de Pedro Sá y de Davi Moraes son el aporte rockero, que representan un parte sustancial del show. Caetano abandonó la languidez de las cuerdas de Fina estampa, los bronces de jazz de Livro: su pulso actual —a pesar haber hecho varias canciones solo con la guitarra— es rockero.
Sobre el final ofrece una ráfaga carnavalera que tiene su punto máximo de tensión con Tropicália, ese himno. Con los bises saciados, Caetano saluda como si estuviera en la escalinata de un avión, la sonrisa grande. Queda André Junior tocando el tambor que se escucha en tensión con un sonido árido y electrónico. Después del símbolo o la síntesis, se encienden otras luces, las de la sala.
Sábado 8 de diciembre de 2001
Sin orquesta es otra cosa
FEDERICO MONJEAU
El disco Noites do Norte continúa la línea africanista del anterior Livro.
Pero en el show, titulado también Noites do Norte, esta línea toma un nuevo desvío. En el disco la percusión, básicamente parches —más estomacal que colorística—, se superponía a la exquisita orquesta de Morelenbaum como una capa sin elaborar; lo cual, dentro de la temática esclavista de Noites do Norte, podría ser leído como la metáfora de una gran estratificación social. El show elimina la orquesta; en su lugar queda el cello de Morelenbaum (de una versatilidad casi orquestal) y dos guitarras eléctricas (una alterna con bajo), contra un set de cuatro percusionistas y batería. Aquí la percusión no se superpone a refinados corales de maderas y metales sino a un sonido más distorsionado y más propio del rock.
La estratificación funciona como un principio musical de largo alcance. En el show Caetano además lo emplea para reinterpretar la bossa nova en clave bahiana (no carioca), al cantar dos o tres piezas clásicas del movimiento acompañado por su guitarra y el set de percusión: esas tumbadoras y esos golpes de surdo eran impensables para la bossa y su filosofía de la levedad.
Tal vez la reducción orquestal obedezca simplemente a una economía de gira. Como fuera, hay una renuncia a cierta seducción orquestal y una recuperación de sonidos más duros. Caetano no adhiere a "programas de sonido" (orquestales o electrónicos), más bien los crea. El concibe cada show o cada disco como una pieza original.
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