jueves, 19 de septiembre de 2019

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Crédito: Festival Barranquijazz
 







19/9/2019 - Foto: Roxy

El show mágico de Caetano Veloso y sus herederos en el Gran Rex
Caetano Veloso con sus tres hijos varones - Moreno, Zeca y Tom- en el Gran Rex.
Este viernes vuelve a tocar
 - Fuente: RollingStone - Crédito: Adan Jones


Por: Claudio Kleiman
20 de septiembre de 2019

Apriori, podría pensarse que un espectáculo de Caetano Veloso junto a sus tres hijos varones -Moreno, Zeca y Tom, de mayor a menor-, podría resultar algo forzado o autocomplaciente. Sin embargo, apenas dió comienzo el primero de sus dos shows programados en el Gran Rex con "Baby", uno de los himnos del tropicalismo, quedó claro que, en el caso de los Veloso, la magia parece ser algo que se hereda.

Fue como iniciar un viaje en el tiempo que fluyó con la naturalidad de un encuentro familiar y solo se detuvo casi dos horas después, ante un público extasiado y maravillado. Con un minimalismo ejemplar, sólo cuatro hombres sentados con sus guitarras, más algún bajo, piano y percusión ocasional, y una escenografía igualmente austera -el último trabajo de Helio Eichbauer, fallecido el año pasado, que ilustra también la tapa del álbum Ofertorio-, Caetano despliega su hechizo. Como en su paso por la última edición del Lollapalooza Argentina, junto a sus hijos, el bahiano va enlazando canciones del pasado y del presente, con un relato que es a la vez tierno, gracioso y profundamente humano, sin caer en ningún momento en la sensiblería.

"O seu amor", es una canción de Gilberto Gil que fue sugerida por Tom, mientras que "Todo homem" pertenece a Zeca, quien debuta con un tema propio cantándolo estupendamente al piano. "Genipapo absoluto", explica Moreno, es un tema perfecto compuesto por Caetano en homenaje a su pueblo, Santo Amaro. Y así sucesivamente. "Um passo a frente" es un temazo de Moreno cantado por él mismo, mientras su padre baila desde la silla con una gracia suprema, y "Clarão" es cantado por su autor, Tom, "a quien no le gusta cantar" . "De tentar voltar" de Moreno, fue incluida en el setlist a pedido de Tom, "a quien le gusta la música sofisticada", relata el mayor de los Veloso. En el samba-funk "Alexandrinho", Tom tira unos asombrosos pasos de baile, y en "How Beautiful Could a Being Be", un samba de roda en inglés que Moreno regalara a su padre, son ellos dos los que salen a bailar al escenario. La manera en que los cuatro conjugan sus voces haciendo armonías es extraordinaria, con Zeca generalmente a cargo de las voces más altas, y sus guitarras se combinan haciendo contratiempos con una rítmica irresistible.

En este contexto, los temas de Caetano adquieren nuevas lecturas, y son resignificadas de tantas maneras que harían las delicias de un semiólogo. Por ejemplo, cuando canta en "Oração ao Tempo" que "es un señor tan bonito como la cara de mi hijo". O en "Um canto de Afoxé para o bloco do Ilê", la primera colaboración junto con Moreno, cuando éste tenía 9 años. Lo mismo sucede con el tema que da título al show, "Ofertorio", compuesto por Caetano para la misa de los 90 años de su madre, y que ahora dedica a la religiosidad de sus hijos, aún cuando reconoce "yo no soy religioso". O la hermosa "Força estranha", que inicialmente dedicara a Roberto Carlos, y es entonada por todo el teatro. En "Alguém cantando", la combinación de las cuatro voces alcanza una sintonía conmovedora.


Caetano Veloso recorrió su cancionero sin caer en ningún momento en la sensiblería - Fuente: RollingStone - Crédito: Adan Jones


Ya en los bises, Moreno anima al público a cantar su "Deusa de amor", mientras que Caetano da una auténtica master class de vocalización en la "Tonada de luna llena", del venezolano Simón Díaz, que grabara en Prenda Minha, el disco con temas que escuchaba en su infancia, y ofició de puerta de entrada a su arte para un público masivo en nuestro país. La cosa se pone realmente informal con "Cachito", una canción que popularizara Nat "King" Cole, y que interpreta de improviso explicando que "esto es personal, no profesional".


El círculo se cierra con "Alegría Alegría", otro de los temas-emblema del Tropicalismo, que presentó por primera vez en el Festival Record de Música Popular Brasilera en 1967, acompañado por el grupo argentino Beat Boys y con controversias por el uso de instrumentos eléctricos. Es otro siglo, es otro mundo, y son otros argentinos los que lo acompañan, en este caso escuchándolo con devoción en un teatro repleto. Mientras. Caetano, rodeado de tres personas que no habían nacido cuando esa canción fue compuesta, parece hacer realidad la letra de su "Oración al tiempo", cuando le propone hacer un acuerdo secreto, de modo que su espíritu "gane un brillo definido, y yo derrame beneficios". Los que asistimos al "Ofertorio", podemos dar fe de eso.






Cómo Caetano Veloso descubrió el planeta "Terra" desde una celda y antes del exilio en Londres

Caetano en Buenos Aires, en el primero de sus dos shows porteños de la semana pasada Crédito: Festival Barranquijazz


23 de septiembre de 2019

Por: Martín Graziano

Con el revolver en la mano, Caetano Veloso miró a la cámara y puso el caño contra su sien. Luego, frente a los miles de espectadores de la televisión, comenzó a cantar los versos de "Boas festas": una marchinha navideña que, despojada del ritmo y sujeta a ese potro de tortura, cobraba una dimensión amenazante. No era para menos. Era la Navidad de 1968 y, en todo el territorio brasileño, un decreto del gobierno militar había suspendido el habeas corpus y habilitaba el ingreso de la policía en cualquier domicilio. "El resultado (que vi en video) daba miedo -dice Veloso, en su libro Verdad Tropical-. Me enorgulleció porque había densidad poética, pero en lo más íntimo estaba arrepentido porque, a lo mejor (una vez más) había ido demasiado lejos". ¿Qué tan lejos? La respuesta estaba soplando en el viento de San Pablo.

En el amanecer del 27 de diciembre, Caetano Veloso intentaba dormir en su flamante piso de la avenida Ipiranga. A su lado dormía Dedé: su bellísima y flamante esposa. De repente, unos tipos de civil interrumpieron el largo devaneo proustiano de la llegada del sueño. Se identificaron como policías, lo invitaron a un interrogatorio y, en el preciso momento en el que Veloso solo se impacientaba, dijeron la frase clave: "será mejor que agarres el cepillo de dientes". La impaciencia devino en miedo. A partir de entonces fue un auténtico mal viaje: lo subieron a una camioneta, pasaron por Gilberto Gil y, apenas subieron a la ruta rumbo a Rio de Janeiro, Caetano finalmente se durmió.

El interrogatorio, en el summum de lo kafkiano, se postergaba infinitamente. La escena clave tuvo lugar en un despacho del antiguo Ministerio de Guerra, cuando un militar de alto rango los recibió en su despacho y durante un tiempo que entonces pareció eterno no les dirigió la palabra. Solo se dedicó a escrutarlos minuciosamente y a almorzar su pollo sin decir una sola palabra. "Había pasado más de una hora desde nuestra llegada a aquella oficina -cuenta Veloso-. Nunca he logrado reproducir en mi mente la cara de ese general. Resulta curioso cómo la memoria puede guardar tantos atributos psicológicos (y tantas sutilezas de comportamiento) de una persona cuya imagen física ha desaparecido. Es como si quedaran los adjetivos y el sustantivo se esfumara".

Aunque nunca se lo comunicaron, Veloso era un preso político incomunicado. Así, encerrado en una minúscula celda individual de un cuartel de la Policía del Ejército, pasó las primeras dos semanas: cubierto con una manta vieja, cantando un vals para el viejo comunista que era su vecino de celda, comiendo su correspondiente pan duro y sus judías con sabor a polvo sobre el plato de aluminio. Perdiendo la noción del tiempo y, con un asomo de terror, la conexión con su espíritu. Disociado, su propio cuerpo le escamoteaba el consuelo del llanto.

Eventualmente se produjo el traslado a una celda colectiva, esta vez en un suburbio llamado Deodoro. Hasta entonces, Caetano solo había podido leer los diarios viejos que cubrían el piso, El bebé de Rosemary y un ejemplar de El extranjero de Camus que alguien le había pasado de contrabando. "Un día Dedé llegó con un ejemplar de (la revista) Manchete: mostraba las primeras fotos de la Tierra tomadas desde fuera de la atmósfera. Eran las primeras imágenes en que se veía todo el globo -lo que resultaba muy emocionante, ya que confirmaba algo que solo sabíamos por deducción y veíamos en representaciones abstractas-, y consideré la ironía de mi situación: preso en una celda mínima, admiraba las imágenes del planeta entero, visto desde el vasto espacio".

Finalmente sobrevinieron no uno sino dos interrogatorios. En el primero se lo acusó -sin razón- de faltar el respeto del himno y la bandera brasileña. En el segundo se lo acusó -con una razón que lo llenó de orgullo- de concentrar el poder liberador del Tropicalismo. Luego le cortaron la cabellera al ras, alguien armó un paquete con todo ese pelo y Dedé, fiel a la tradición bahiana, liberó la melena en el mar. Luego llegó la liberación, los conciertos de despedida en el Teatro Castro Alves y el exilio en Londres. Pero la experiencia, concentrada en las fotos de la Tierra, siguió emitiendo su poder transformador.



Caetano Veloso "descubrió" el planeta desde una fría celda colectiva de San Pablo
Crédito: Festival Barranquijazz


Muchos años después, de regreso en Bahía, Caetano se propuso evocar la epifanía. Como un molusco que segrega su propio caparazón concéntrico, la canción creció alrededor de un arpegio circular. "Cuando me encontraba preso / en una celda / fue que vi por primera vez / las fotografías / en que apareces entera. / Sin embargo, allá no estabas desnuda / Pero sí cubierta de nubes". El estribillo, que parte con el arquetípico grito de los aventureros y una segunda guitarra, deviene en una pregunta con respuesta: "¡Tierra! ¡Tierra! / Por más lejos que esté / el marinero errante / ¿Quién jamás podría olvidarte?"

Aunque estaba menos afectada por la ciencia ficción que por su metafísica, "Terra" se inscribió en una tradición célebre de la cultura rock: las canciones sobre la mirada del astronauta. Un linaje con miembros como "Space Oditty" de Bowie "Rocket Man" de Elton John, "El anillo del Capitán Beto" de Invisible y, sin ir más lejos, el "Dois mil e um" de Tom Ze y Os Mutantes. Sin perder ni un ápice de su carácter poético, el tema de Caetano aportaba el matiz político de la saga.

Ubicada en la apertura de Muito (Dentro Da Estrela Azulada), "Terra" fue el mascarón de proa para el nuevo disco de Caetano. Un repertorio balsámico que, en plena hegemonía del Proceso, lo trajo por primera vez como solista a la Argentina. Así, en el otoño de 1979, chicas y muchachos se arracimaron en la entrada del Teatro Coliseo para buscar su entrada. Su pasaje hacia el corazón de la estrella azulada. "El repertorio fue avanzando hasta llegar a su centro -recuerda Diego Frenkel, en su libro de memorias-, el punto más emotivo y de mayor intimidad entre el artista y nosotros, que nos volvimos uno solo cantado su canción 'Terra': la visión y la nostalgia del planeta (como Armstrong en la luna) que Caetano había sentido durante su paso por la prisión, antes de ser expulsado de su país y partir al exilio en Londres. Ese abrazo era necesario, como lo eran las canciones en aquella dura época: el abrazo a la Tierra, el de Caetano. El oleaje manso de un atardecer bahiano que llegaba a nosotros para romper sobre nuestros corazones".


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