domingo, 11 de febrero de 2018

1985 - MARIA BETHÂNIA / CAETANO VELOSO - Madrid




Foto:  Quim Llenas





















Fiestas Patronales de San Isidro, 11 al 19 de mayo de 1985


Las fiestas de San Isidro se han convertido en un claro exponente de la “movida” madrileña. Veintisiete actividades diferentes que incluyen un centenar de actuaciones musicales, forman parte del programa de este año, cuyo éxito parece garantizado a juzgar por la masiva participación en los festejos habida durante los dos primeros días de juerga. La invitación del alcalde Enrique Tierno Galván —“¡todos a la calle!”—, hecha desde la Plaza Mayor el pasado sábado 11, ha surtido efecto.

[VILLA DE MADRID. Informativo quincenal. Editado por el Ayuntamiento de Madrid. 15 de mayo de 1985. Número 68]



Conciertos de San Isidro
Maria Bethânia y Caetano Veloso
Palacio de Deportes
Madrid, 19 de mayo de 1985

19/5/1985 - Caetano Veloso and Maria Bethania in concert.
 The Brazilian brothers Veloso-Bethânia in a concert during Saint Isidro Feasts 
[Photo by Quim Llenas/Cover/Getty Images]


ABC

ESPECTÁCULOS

Domingo 19/5/1985
Página 85

María Bethânia y Caetano Veloso, 
sueños de una noche brasileira

Madrid. J. I. G.

La noche traía suavidades morenas, brisa de un mar que Madrid atesora en la memoria deseada. El Santo Patrono, por fin, había extendido su manto milagroso y el tiempo abría, invitador, sus abanicos de pausa y de fiesta. El Palacio de los Deportes cerró anoche sus cortinones isidriles con una velada brasileña, en baza de hermanos: Maria Bethânia y Caetano Veloso, dos ídolos allí donde el ritmo es de azúcar y las caderas de las muchachas flor de vértigo y vaivén.

María es alta y delgada -quizá como su madre, aventura el coplero- y tiene una voz ancha y profunda, caudalosa –amazónica, apestilla el geógrafo-. Embutida en un vestido blanco con vuelo y el talle refulgente de lentejuelas plateadas, descalza, esencial, con la oscura melena desbocada sobre los hombros, Maria Bethânia hizo olvidar el deficiente sonido del velódromo y lanzó sobre el tapete nocturno teoremas de terciopelo.

El Palacio estaba prácticamente lleno y el público, rendido, no escatimó aplausos a esta mujer, que, arrodillada, entonó su plegaria, olas antiguas golpeando contra el casco de la conciencia. “Miña mai” – el grito ancestral, sentencia el jungiano-. Después, el solo enunciado de un nombre, “Bahia”, provocó el sortilegio y los pies se encadenaron al compás, urgidos por tópicas palmeras cadenciosas. Una pausa, y Maria Bethânia procedió al cambio de vestido, de la falda al pantalón, con camisa anudada sobre el ombligo. Todo blanco, y el mismo calzado; el pelo, recogido en un moño. Pau de arara, dice, y el sueño fragua sus coartadas de seda antes de entregarse al capricho de la samba.

Tras un descanso protestado por el respetable, irrumpió trepidante el hermano. Caetano Veloso, también de blanco y blanco, salpicó su que será preguntón con latigazos eléctricos de “rock”. El cantante brasileño, el número uno de su país, según piensan muchos, practica una suerte de ducha escocesa, alternando los mazazos vanguardistas con las intimidades mecidas entre las cuerdas de la guitarra.

Después de pasar de puntillas sobre las dunas de la “bossa”, quiso demostrar que Jamaica no está demasiado lejos de Brasil –cierto es, preconiza el agente de viajes- y se aupó a los lomos del “reggae” juguetón. Caetano es un gran cantante, imaginativo, versátil, capaz de pasar de la proclama a la confidencia, divertido. Anoche evidenció su -¿cómo decirlo?, se inquieta el dubitativo- modernidad, sin duda.

Un goloso impaciente gritó: “Samba”, despistado por la avalancha de sonido convocada por Veloso. Imaginen que, es sólo un ejemplo, en una actuación por tierra extraña que dice la copla alguien increpa a Miguel Rios: “¡Fandango!”. Pues lo mismo. Parte del respetable quería marcha y “brasileñeidad”, y Caetano hubo de recurrir al cálido remedio de la “bossa”. A la hora de cerrar estas páginas seguía ofreciendo su aluvión de destellos.




EL PAÍS

Crítica: 'FOLK'

SAN ISIDRO 1985

La magia de Maria Bethânia y Caetano Veloso

Antonio Gómez
20 de mayo de 1985


Hay una especie de deformación o de responsabilidad profesional que lleva al crítico a la triste paradoja de no poder disfrutar de lo que, teóricamente, le gusta. La necesidad de seguir con un cierto distanciamiento los recitales, incluso la necesidad de tomar notas o apuntar sugerencias, obliga a no sumergirse en la música que se está escuchando a pensar más en lo que hay que escribir mañana que a gozar de lo que se ve y escucha en el presente. No obstante, hay ocasiones, cuando algo te atrae tanto que no te puedes despegar de ello, en que ambas personalidades, la de crítico y la de simple espectador, se pelean y hay que elegir el camino a tomar. En el recital de Maria Bethânia y Caetano Veloso, este crítico guardó la libreta y el bolígrafo en el bolsillo a la tercera canción. La música brasileña, considerada en su conjunto, ha realizado algo prácticamente único en el mundo: elaborar un lenguaje musical propio, que no debe nada a ninguna música anglosajona, especialmente al rock, aunque haya sido influido por él, de la misma manera que se ha dado la influencia inversa. Si en muchos casos han llegado a resultados similares no ha sido tanto por imitación como porque se han seguido caminos y evoluciones similares. Un lenguaje musical de raíz negra, fluido, dúctil, que permite toda la gama de posibilidades rítmicas y melódicas. Un lenguaje creado por artistas como Ary Barroso, Vinicius de Morâes, Antonio Carlos Jobim, Joâo Gilberto, Chico Buarque, Gilberto Gil y tantos otros, que estalló con toda brillantez en el recital. 

Con dosis similares de profesionalidad e inspiración, Maria Bethânia (Bahía, 1946) bailó y cantó sobre el escenario con el entusiasmo de quien lleva toda la vida cantando y sigue disfrutando de ello. Es no sólo una de las mejores voces de Brasil, sino sobre todo una cantante que hace inequívocamente suyas las canciones que interpreta, aunque no hayan sido compuestas por ella; capaz de alcanzar la intensidad y el dramatismo de Janis Joplin o la ternura de Violeta Parra, en un estilo denso y sin fisuras que no debe nada a nadie.

Variedad de registros
Caetano Veloso (Bahía, 1942) es su hermano, y además un compositor y cantante de auténtica talla creativa. Cantando sólo con su guitarra o acompañado por un grupo de músicos sólidos, de técnica irreprochable y escuela de primera, su recital fue una sucesión de buenas canciones, expresadas con una variedad de registros musicales que no se diluye en un simple amasijo de formas, sino que constituye un todo coherente, de cuidada estructura y arrollador atractivo.

Una presencia en escena inquietante y ambigua de ambos hermanos contribuyó a la magia de la noche. El público, que llenaba una vez más el local, supo verlo a la perfección. El entusiasmo fue la nota dominante de esta fiesta brasileña en los sanisidros madrileños.


* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 20 de mayo de 1985


























 


 


 
 

 





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