Os Retirantes, 1944 - Cândido Portinari |
1956 - Participantes del Movimiento Neoconcreto |
El reto histórico – espacio
cultural online
El Reina Sofía recupera la
figura del crítico de arte brasileño Mário Pedrosa
Por
Redacción
Esta no es la primera vez que el Museo Reía Sofía dedica una gran
exposición a alguien que no es artista, lo hizo ya con Aby Warburg y Carl
Einstein y ahora recupera al brasileño Mário Pedrosa, intelectual comprometido,
crítico y una de las figuras más influyentes para el arte de su época en Brasil
y Latinoamérica.
Mário Pedrosa,
escritor y crítico de arte brasileño, en casa de Alberto Magnelli en Meudon, Francia en
1969. Foto: © Alécio de Andrade, VEGAP, Madrid, 2017
|
“De la naturaleza afectiva de la forma” es el título de la muestra sobre Mário Pedrosa (Pernambuco, 1900-Río de Janeiro, 1981), quien se convirtió en uno de los agentes más importantes en la formación de la cultura moderna de Brasil con su contribución, tanto a la consolidación de instituciones de arte moderno como el impulso a la Bienal de Sao Paulo, de la que fue director y consultor en las distintas etapas.
“Fue una
de las figuras más importantes de la época, como crítico y estuvo en la Bienal
de Sao Paulo en 1953, cuando se expuso el Guernica. Tenía autoridad también
como activista político y tuvo una mirada artística muy plural; rompió clichés
y recepcionó en Brasil a artistas muy importantes y a los que no encajaban como
Morandi”, ha explicado hoy durante la presentación de la muestra, el director
del Museo Manuel Borja-Villel.
El “Guernica” en Brasil, 1953 |
El
italiano Georgio Morandi fue un artista fundamental para el pensamiento de
Pedrosa, a quien llegó a definir como el artista más político de su generación,
tanto por su negativa a participar en el arte fascista como por su resistencia
a convertir el arte en un arma de propaganda.
Y es que
Pedrosa era un pensador muy comprometido con la izquierda,incluso le costó la
cárcel, pero considerada, a diferencia de la ida soviética, que el arte nunca
debía estar al servicio de la política, ha argumentado Gabriel Pérez-Barreiro,
uno de los comisarios de la muestra.
Otra de
las características que hacen a Mário Pedrosa una figura excepcional en su
época era su concepto del arte como algo necesario para la condición humana
para que se pudieran expresar emociones y sentimientos más que tendencias
ideológicas.
Para Pedrosa, la creación de los niños y de los enfermos mentales demostraba que el arte era “una necesidad vital”.
Para Pedrosa, la creación de los niños y de los enfermos mentales demostraba que el arte era “una necesidad vital”.
Tomó
conceptos de la teoría psicológica de Gestalt y hablaba de psicología de la
forma y de cómo el espectador podría encontrar nuevos significados en su vida a
través de la información que le daba el artista.
En
opinión de Borja-Villel, en la época de Pedrosa, en Latinoamérica estaba de
moda un profundo enfoque en el arte que no dejaba ser “muy reduccionista y
lleno de lugares comunes” y Pedrosa “introdujo una versión más compleja”, donde
nada era opuesto a nada y “la abstracción, la figuración o el intereses por las
vanguardias era todo fruto de una evolución”.
Manuel Borja-Villel, Director del Museo Reina Sofía
|
Mário
Pedrosa dio una visión distinta de la modernidad brasileña”, ha apostillado el
director del Reina Sofía y quien ha querido recuperar esta figura poco conocida
en España y Europa.
Así, esta
gran exposición de unas 200 obras de 41 artistas brasileños e internacionales,
formada por pinturas, esculturas, grabados, fotografías, películas y libros, se
puede interpretar como un retrato de quien fue este crítico de arte a través de
los artistas que más le gustaron.
Una
muestra que abarca desde el realismo social hasta la abstracción más radical,
el arte de los niños e incluso autores situados en el margen de la sociedad y
considerados enfermos mentales.
Obras de
Alexander Calder, Georgo Morandi, Paul Klee o Jorge Oteiza están, entre otros,
conviven con representantes de las abstracción geométrica y el neoconcretismo
brasileño (un movimiento para el que su desarrollo la figura de Pedrosa fue
fundamental) con nombres como Lygia, Clark, Ivan Serpa, Lygia Pape, Hélio
Oiticica.
En
paralelo a la muestra, el Museo Reina Sofía ha editado un catálogo con el
nombre que da título a la muestra “De la naturaleza afectiva de la forma”, en
el que se incluyen ensayos críticos de los dos comisarios de la exposición Pérez-Barreiro
y Michelle Berrios, y de Adele Nelson, Kaira M. Cabañas, Michael Lowy y Mario
Berrios, y una conversación entre Aracy Amaral y Sergio B. Martins.
Manuel Borja-Villel - Director del MNCARS |
Gabriel Pérez-Barreiro y Michelle Sommer |
DOSSIER DE PRENSA
Mário Pedrosa
De la naturaleza afectiva de la forma
FECHAS: 28 abril - 16 octubre, 2017
LUGAR: Edifício Sabatini, Planta 3ª
ORGANIZACIÓN: Museo Reina Sofía en el marco del proyecto
"Los usos del arte" de la confederación de museos europeos
L’Internationale
COMISARIOS: Gabriel Pérez-Barreiro y Michelle Sommer
COORDINACIÓN: Beatriz Velázquez y Fernando López
COLABORA: Embajada de Brasil en Madrid y Fundación Cultural
Hispano Brasileña
ACTIVIDADES:
- Congresso
Internacional Extraordinário dos Críticos de Arte, 1959
Evento performativo. 27 abril, 2017 - 19:00 h.
- Encuentro con los comisarios, Gabriel
Pérez-Barreiro y Michelle Sommer
28 de abril, 19:00 h. Salas de la exposición.
- La forma de
la utopía/La utopía de la forma. Abstracción y modernidad
entre América Latina y Europa del Este.
Del 16 mayo al 26 junio. Edificio Nouvel, Auditorio
200 y Edificio Sabatini,
Auditorio, 19:00 h
- Ciclo de cine La
Tricontinental. Cine, utopía e internacionalismo.
Del 19 de abril al 24 de mayo. Edificio Sabatini,
Auditorio, 19:00 h
El brasileño
Mário Pedrosa (Pernambuco, 1900 – Río de Janeiro, 1981) ha sido uno de los
pensadores latinoamericanos más importantes del siglo XX. Su labor tanto en el
campo de la crítica de arte como en el de la política fue crucial para el
desarrollo de la cultura de Brasil en los años posteriores a la Segunda Guerra
Mundial, una época en la que el optimismo y crecimiento en el plano social fueron
acompañados de una gran
experimentación en las artes.
Como activista
político y crítico de arte participó activamente en los principales debates que
se plantearon en el ámbito estético internacional desde los años 30 hasta
inicios de la década de 1980. Se trata, sin duda, de una figura clave para
entender el arte brasileño y latinoamericano de la segunda mitad del siglo XX,
por la influencia directa que sus ideas y posicionamientos ejercieron en muchos
artistas de la época, y por el importante papel que desempeñó en diversos
espacios y proyectos institucionales, desde la Bienal de São Paulo y el Museu
de Arte Moderna de São Paulo hasta el emblemático Museo de la Solidaridad en el
Chile de Salvador Allende, o la Asociación Internacional de
Críticos de Arte (AICA).
Pedrosa, que
encarna el paradigma del intelectual comprometido con el debate sobre el futuro
de la sociedad tanto en términos culturales como políticos, es, sin embargo,
una figura aún poco conocida en España cuya trayectoria crítica pretende divulgar
el Museo Reina Sofía mediante esta exposición. En ella se reúne una selección
de unas 200 obras-entre
las que se incluyen pinturas, grabados, fotografía, películas y libros- de 41
artistas brasileños e internacionales acompañadas de diversa documentación.
La muestra
plantea un recorrido en torno a los núcleos de preocupaciones artísticas que
abordó en diferentes momentos de su producción intelectual a través del trabajo
de una serie de artistas con propuestas formales, competencias técnicas y posicionamientos
teóricos muy diferentes por los que Pedrosa se interesó y cuyas carreras, en
muchos casos, contribuyó a impulsar.
De hecho,
respaldaba una amplia gama de expresiones artísticas, desde el realismo social
hasta la abstracción más racional, el arte de los niños e incluso autores
situados en los márgenes de la sociedad, como los considerados enfermos
mentales. Desde figuras internacionales hoy consagradas, como Alexander Calder, Giorgio Morandi o Paul Klee,
hasta los principales representantes de la abstracción geométrica y el
neoconcretismo brasileño (Lygia Clark,
Ivan Serpa, Lygia Pape, Hélio Oiticica...),
un movimiento en cuya gestación y expansión su influencia fue determinante,
pasando por creadores que no encajaban en la oficialidad artística de su época.
El pensamiento
artístico de Pedrosa se basaba en un agudo análisis de la psicología de la
forma, de cómo el artista encuentra un lenguaje formal para expresarse, y el
espectador, por su parte, recibe y procesa esa información. Pedrosa hablaba del
arte como una “necesidad vital”, como un impulso de comunicación inherente a
todo ser humano. El título de su tesis doctoral De la naturaleza afectiva de la forma en la obra de arte, escrita
en 1949, resume estos intereses por unir la forma y el afecto.
Pedrosa pensó el
arte como “el ejercicio experimental de la libertad”. Su trabajo aportó un
modelo de crítica abierto y plural. Si, para él, el afecto viene antes de la
razón, la voluntad creadora del arte planteaba la posibilidad de una revolución
en la sensibilidad de la humanidad y, por tanto, en su organización social.
El recorrido de
la exposición comienza con los inicios del pensamiento crítico de Pedrosa, en
la década de 1930, cuando expresa su afinidad con el arte de la grabadora
alemana Käthe Kollwitz, cuyas obras expresionistas retratan la condición miserable
de la clase obrera alemana de ese momento. Para Pedrosa, la empatía de Kollwitz
hacia los modelos que retrata la separa del arte panfletario para crear una
auténtica conciencia de clase social a la vez que servía de denuncia de un
capitalismo feroz y de llamada a la acción revolucionaria.
A inicios de la
década de 1940, Pedrosa encuentra un espíritu similar en los pintores
brasileños Candido Portinari y Emiliano Di Cavalcanti cuyos temas populares
reflejan su interés por la cultura de masas en Brasil.
Con el tiempo,
Pedrosa terminaría revisando su entusiasmo inicial por el realismo social
mientras observaba la represión artística en la Unión Soviética a manos del
estalinismo, del que fue un crítico implacable. Si bien se mantuvo siempre
alineado a la izquierda y muy activo políticamente, su apoyo al realismo social
dio paso a un creciente interés en el potencial transformador del arte
aprehendido más allá de marcos ideológicos estrictos. A la vez que introduce un
pensamiento social en sus escritos, en las décadas de 1930 y 1940 Pedrosa se
distancia de lecturas políticas panfletarias.
La siguiente
sala se centra en el papel clave que jugó Mário Pedrosa para el desarrollo del
arte abstracto y concreto en Brasil en el escenario internacional abierto tras
la Segunda Guerra Mundial y en ella pueden contemplarse obras de Amilcar de
Castro, Mary Vieira, Franz Weissmann, Iván Serpa, Jorge Oteiza, Waldemar
Cordeiro, Lygia Pape, Cícero Dias y Hélio Oiticica.
Después de su
preocupación inicial por la figuración social, la aparición a comienzos de la
década de 1950 de jóvenes artistas abstractos como los señalados fue de gran
interés para el crítico. El papel de Pedrosa fue entonces doble: por una parte,
difundió el trabajo de estos artistas en sus escritos y en su labor como
organizador de exposiciones, a la vez que se convirtió en fuente de información
y catalizador fundamental para el pensamiento en formación de los artistas.
En este sentido,
el interés de Pedrosa por la teoría de la Gestalt y la psicología de la imagen
fue clave para dar coherencia al movimiento abstracto brasileño. Su tesis
doctoral, titulada De la naturaleza
afectiva de la forma en la obra de arte (1949), analizaba el potencial
afectivo de las formas geométricas, y ofreció a esa generación artística una
manera de pensar la abstracción a partir de la subjetividad humana y no desde
una racionalidad reductiva.
Este interés por
explorar las relaciones interpersonales a través de la geometría llevaría a la
creación del movimiento neoconcreto en 1959 en Río de Janeiro, teorizado por el
poeta Ferreira Gullar, amigo de Pedrosa. Con su apoyo al arte abstracto,
Pedrosa marcó una diferencia clave con otros críticos de izquierda de la época
para quienes la abstracción era un formalismo lejano a la lucha de clases. Para
Pedrosa, en cambio, lo revolucionario de estas obras residía en su capacidad
para despertar la creatividad innata de las personas sin recurrir a los lugares
comunes de la pintura figurativa.
El siguiente
apartado de la muestra refleja el interés de Pedrosa por la psicología visual.
Ello le llevó a conocer a finales de la década de 1940 un experimento realizado
en el Hospital Psiquiátrico Dom Pedro II en el barrio de Engenho de Dentro, en
las afueras de Río de Janeiro. Este hospital fue pionero en el desarrollo de la
terapia ocupacional, bajo el liderazgo de la doctora Nise da Silveira, alumna
de Jung y partidaria de trabajar con las operaciones de simbolización propias
de la práctica artística.
En sus talleres
de arte, Pedrosa quedó fascinado con las obras de Raphael Domingues, Emygdio
De Barros y otros. Pedrosa organizó varias exposiciones de estos artistas,
y escribió textos sobre sus obras en los que resalta la capacidad de los
pacientes para organizar de manera plástica su relación con el mundo.
Para Pedrosa,
los resultados de estos experimentos son prueba de que todo ser humano puede
comunicarse a través de la forma visual. A partir de entonces establece una
larga relación con este grupo de artistas, escribiendo sobre sus obras y
ayudando a
organizarles exposiciones en el Museu de Arte Moderna do Rio de Janeiro
(MAM-RJ). El arte virgem, como
designa al arte de los considerados enfermos mentales, los niños y los artistas
autodidactas, constituye para él una de las corrientes más
importantes para entender el arte moderno pese a haber sido marginado por el
canon del arte moderno. A su juicio, este arte demostraba su convicción de que
el arte en general era una “necesidad vital” inherente a todos los seres
humanos, independientemente de su procedencia y extracción social.
A continuación
la exposición muestra el trabajo de Millôr Fernandes, uno de los caricaturistas
más importantes de los años de posguerra en Brasil. Pedrosa escribió una reseña
muy positiva de su exposición de 1957 en el Museo de Arte Moderno de Río de
Janeiro, destacando la sensibilidad inventiva del dibujante.
La postura
ideológica de Fernandes, con su crítica aguda del sistema de poder en Brasil,
era muy afín a la del mismo Pedrosa. Pedrosa fue sobre todo un crítico
periodista, y fundó además varios periódicos de izquierda; por ello sentía una
afinidad especial por el humor político de Fernandes, más allá de su trabajo
como dibujante.
La siguiente
sección adentra al espectador en la obra de Livio Abramo y Oswaldo
Goeldi, quienes renovaron el grabado brasileño en las décadas de 1940 y
1950. Lejos del dramatismo heroico del realismo socialista, ambos retrataron
las zonas marginales y proletarias de las grandes urbes con un tono próximo y
sencillo, articulando una poética particular de los espacios donde se
desarrollaba la vida de las clases populares. Para Mário Pedrosa, la obra de
estos autores respondía a una cultura moderna brasileña que se distanciaba de
los estereotipos tropicales o exuberantes.
Aquí se proyecta
también El paraguas rojo, de su amiga
Lygia Pape, artista que realizó esta
película en 1971 con la colaboración de Hélio
Oticica. En ella, Pape combina las imágenes de Oswaldo Goeldi con textos
del poeta Manuel Bandeira y música del
compositor Heitor Villa-Lobos, artistas brasileños de principios del siglo XX
que ya habían indagado en la relación entre lo popular y la vanguardia.
La obra de
Giorgio Morandi fue clave para el pensamiento de Pedrosa y, en la siguiente
zona, pueden contemplarse algunos ejemplos de las composiciones modestas y
meditativas en las que el artista italiano encontró una respuesta rigurosa a
los desafíos de la sociedad actual. Pedrosa llegó a definirlo como el artista
más político de su generación, tanto por su negativa a participar en el arte
fascista como por su resistencia a convertir el arte en un arma de propaganda.
El trabajo de
Morandi fue importante en el arte brasileño de posguerra, y ganó dos veces el
gran premio de la Bienal de São Paulo. Desde su fundación en 1951, la Bienal de
São Paulo se convirtió precisamente en un espacio fundamental de diálogo entre
el arte brasileño y el arte internacional. El papel de Pedrosa en ella fue
relevante como asesor en distintas ediciones.
Muchos artistas
llegaron allí de su mano, entre ellos Picasso (el Guernica se mostró en Brasil
en la edición de 1953) o el británico Ben
Nicholson o Paul Klee, que contó
con una sala especial en la Bienal de 1953. Clave para comprender la importante
tarea del arte consistente en “sensibilizar la inteligencia”, Pedrosa pensaba
que la obra de Klee reconciliaba el espíritu centroeuropeo con el oriental,
atravesando y recogiendo los impulsos aparentemente contradictorios presentes
en las principales corrientes del arte de vanguardia: abstracción, cubismo,
dadaísmo, expresionismo o surrealismo.
También aparecen
en este apartado obras de los brasileños Milton
Dacosta y María Leontina que, a
medio camino entre la naturaleza muerta y la abstracción, reflejan algo del
espíritu metafísico de Morandi.
Más adelante se
exponen Alfredo Volpi, José Pancetti, Ismael Nery y Djanira
cuyas obras representaban el tipo de expresión excéntrica y original que
Pedrosa identificaba con frecuencia en el arte brasileño aunque poseían una
profunda significación personal expresada en lenguajes de vanguardia fuera de
cualquier concepto de movimiento o escuela.
Volpi era un
artista autodidacta cuya obra alternaba entre representaciones esquemáticas de
casas populares y banderas y la pura abstracción. Para Pedrosa, Volpi era el
maestro brasileño de su época, por su capacidad de crear un lenguaje original
que reflejaba su origen humilde y su personalidad. Por su parte, José Pancetti,
un marino mercante que retrataba obsesivamente las costas brasileñas por las
que navegaba, e Ismael Nery, un dandy del norte de Brasil, en cuyas
experimentaciones surrealistas sus creencias devotas se debatían con sus
impulsos sexuales, eran otros artistas
muy apreciados por Pedrosa. De Djanira, el pensador admiraba la naturaleza casi
naíf de sus composiciones, que relacionaba con su origen popular.
En la siguiente
sala se muestran obras de Alexander
Calder, Lygia Clark y Abraham Palatnik. En 1943, viviendo en
Estados Unidos, Pedrosa descubre la obra de Alexander Calder. Reconoce en él a
un gran pionero formal, pero le atrae igualmente el carácter casi ingenuo de
sus creaciones: en su trabajo ve la posibilidad de repensar la relación entre
el hombre y la máquina como síntesis entre rigor y espontaneidad desde una
perspectiva humanista.
Pedrosa
identifica la obra del joven artista brasileño Abraham Palatnik como una de las
grandes promesas para el futuro. Palatnik utilizaba luces y motores para crear
composiciones lumínicas en movimiento que llamaba “aparatos cinecromáticos”. Pedrosa
observaba con interés el uso artístico de las nuevas tecnologías, pues atendían
a una búsqueda de nuevas maneras de organizar la sociedad, y se fijaba en
aquellos trabajos que exploraban una percepción diferente de la
contemporaneidad.
Dado su interés
en la percepción y la psicología, los “bichos” de Lygia Clark, objetos
escultóricos que conminaban al espectador a manipularlos, se convirtieron casi
en un manifiesto para Pedrosa, ya que planteaban un pensamiento activo sobre
los límites y posibilidades de la relación entre la obra de arte y su público.
A continuación
se aborda la importancia que supuso en el pensamiento de Pedrosa la creación de
Brasilia (1956-1960) como nueva capital de Brasil. Como obra de arte colectiva,
para él, la arquitectura -y, por extensión, el urbanismo-, era un lugar
privilegiado para el debate sobre la función social del arte. Pedrosa llegó
incluso a intervenir en el debate sobre la selección de los proyectos
presentados y defendió el plan piloto de Lucio Costa por su monumentalidad, que
ensalzaba en lugar de abrumar la escala humana.
Además, organizó
el Congreso Internacional de Críticos de Arte en 1959 bajo el título La nueva ciudad. Síntesis de las artes. Para él, el proyecto de Brasilia encarnaba la oportunidad de
materializar en la práctica la imaginación utópica plasmada en el plano de
Costa. Las imágenes que los fotógrafos Marcel
Gautherot, Thomas Farkas y Peter Scheier realizaron
del proceso de construcción de la ciudad muestran sin embargo el enorme
esfuerzo humano necesario, mientras las películas de Joaquim Pedro de Andrade y Vladimir
Carvalho, con Eugène Feldman,
visibilizan sus sombras y conflictos. Después de inaugurarse Brasilia, Pedrosa
no volvió a dedicarse a la crítica de
arquitectura, posiblemente porque la realidad del crecimiento de la ciudad daba
al traste con toda idea de utopía.
En la penúltima
sala – la última está dedicada a diversa documentación relacionada con Pedrosa-
se recogen obras de Hélio Oiticica, Rubens Gerchman, Antonio Dias y Darcílio Lima.
En 1966, en un texto sobre Hélio Oiticica, Pedrosa utilizó por primera vez el
término “arte posmoderno” para hablar de un “nuevo ciclo con vocación anti-arte”
al que atañían más las cuestiones culturales que las inherentes al campo
específico del arte. Ya para esta época la utopía moderna de Brasil estaba en
cuestión por un deterioro en la situación política nacional, y por la
calcificación de la política mundial de la Guerra Fría. Después de la
revolución cubana, la influencia de Estados Unidos en el continente se hizo más
agresiva, apoyando a regímenes anticomunistas y dictatoriales. La militancia
política de Pedrosa conduce al decreto de su prisión preventiva por parte del
gobierno militar brasileño, y en 1970 se produce su segundo exilio, esta vez a
Chile, hasta 1977.
En las décadas
de 1960 y 1970, frente a la crisis política y social en Brasil, varios artistas
adoptan el lenguaje del arte pop, un arte asociado a la sociedad de consumo,
para realizar una crítica a ese mismo sistema. Las obras de Rubens Gerchman o
Antonio Dias presentan una visión grotesca y crítica de la cultura de masas,
mientras Darcilío Lima se aísla en un mundo de drogas, sexo y psicodelia.
Estos artistas
encuentran eco en Pedrosa, quien en estos años va dejando gradualmente la
crítica de arte para dedicarse plenamente a la política, siendo fundador, en
1980, del Partido dos Trabalhadores (PT) con Luis Inacio “Lula” da Silva. Con
su muerte en 1981, Pedrosa deja no sólo un legado para la crítica de arte en
Brasil, sino también para la vida política del país en su transición hacia la
democracia.
Catálogo
La exposición se
acompaña de una publicación con ensayos críticos de Gabriel Pérez-Barreiro y
Michelle Sommer -comisarios de la muestra- y de Adele Nelson, Kaira M. Cabañas,
Michael Löwy, María Berríos, y con una conversación entre Aracy Amaral y Sérgio
B. Martins. Además de una representación de obras de la exposición, se incluye
una antología de los escritos más emblemáticos de Mário Pedrosa, la mayoría
traducidos por primera vez al castellano.
"Os retirantes", Cândido Portinari, 1944 |
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