CLARIN
Revista VIVA
12/2/2017
Entrevista exclusiva
El hijo de Caetano
Veloso que delira por la selección argentina
En Río de Janeiro, uno de los
cantantes brasileños más queridos en la Argentina, le presentó a VIVA a su hijo
Tom, el nuevo integrante del team musical que tiene raíces en Salvador
de Bahía. Un fan de Messi y de Riquelme.
De estreno. Caetano Veloso recibió a Viva en su nueva casa de Leblon, Río de Janeiro. Su hijo más chico, Tom, vive en Ipanema, una playa vecina.
Foto:
Maxi Failla
Eliana Galarza
Amaneció nublado en Río de
Janeiro. Las playas y alrededores de Copacabana e Ipanema se ven como a través
de una lente gris. Pero el paisaje empieza a ganar color a medida que aparece en
escena el barrio de Leblon, con sus calles señoriales y sus arboledas de un
verde intenso que parece pintado a mano. En la rua Almirante Pereira
Guimaraes, las veredas parecen más largas. Hay que recorrer bastante entre las
puertas enrejadas de un edificio y otro; y los guardias de seguridad tienen
caras menos amigables que en otros vecindarios. En el décimo piso de una de
estas torres aristocráticas vive uno de los brasileños más queridos en la
Argentina. El hombre que, al sonreír, puede despejar nubes y, al saludar (con
un abrazo), transmite por fin lo que uno espera de este país: la calidez de la
buena onda. “¿Cómo fue el viaje?”, dice Caetano Veloso. Y entonces dan ganas de
conversar y de escuchar. De observar y de sentir.
Con 74 años, Caetano –que en
marzo dará shows en nuestro país– puede haber perdido algunos kilos y un
poquito de pelo, pero no el magnetismo. Como siempre, maneja las pausas y las
miradas con seducción y dosifica naturalmente sus sonrisas contagiosas. Con 20
años recién cumplidos, su hijo más chico, Tom, es fiel descendiente de la
dinastía Veloso. Viva los reunió en
exclusiva para presentar al nuevo integrante de un linaje de músicos que, en
estos días, está pisando firme los escenarios con Dônica, una banda teen que apuesta al rock progresivo.
La casa
de Caetano es blanca con toques de color. Un dúplex sin pretensiones, pero con
personalidad. Equilibrado: con igual cantidad de recuerdos (premios, fotos
familiares, libros entrañables) y decoración con piezas de arte contemporáneo.
Espacioso, con terraza, luz por todas partes. Hoy se abre –por primera vez–
para un medio de prensa. “Antes vivía muy
cerca de aquí, en un departamento, también en Leblon, pero en la playa. Me mudé
aquí porque me siento más cómodo, tranquilo,
con aires renovados...”, explica.
Tom
vive cerca de aquí, en Ipanema, en la casa de su mamá, la productora musical y
cinematográfica Paula Lavigne, a cuyos brazos regresó Caetano hace un año,
luego de una separación tormentosa en 2004 y tras 19 años de matrimonio y dos
hijos en común. “Paulinha siempre me
gustó mucho, el verano pasado la vi y confirmé que me sigue gustando, por eso
volvimos, pero cada uno en su casa. Ella organizó mi último cumpleaños y lo
pasé muy bien, con mis hijos, mis nietos (los pequeños Rosa y José, hijos de su
hijo mayor, Moreno) y mis amigos. Me di cuenta de que Paula me hace sentir
bien”, cuenta.
Moreno ya tiene 44
y Tom acaba de cumplir 20 (el 25 de enero), ¿evolucionaste como padre?
Mis
tres hijos son la gloria. Es verdad, Moreno ya tiene 44, es un adulto, músico
excepcional, padre de familia; Zeca también es músico, tiene 24 y ya dejó la
adolescencia, por lo menos oficialmente (se ríe), y Tom podríamos decir que
empieza a despedirse de esa etapa. En términos de convivencia, Tom creció con
su madre, creo que lo vi menos que a Zeca y que a Moreno. Pero soy un padre al
que le gusta compartir las pasiones de sus hijos: lo llevé siempre a sus
actividades, por ejemplo a jugar al fútbol, que es su locura. Tom tiene sus
propios intereses. Le gusta estar con sus amigos, con su novia (Jasmine) y no
le gusta estar pegado a sus padres. Te diría que es un chico bastante normal
(sonríe). Moreno y Zeca, en cambio, siempre estaban pegados a mí. Me preguntaban
los nombres de las canciones que escuchaban y hasta querían saber quiénes eran
sus autores.
Los tres son
músicos, ¿influiste en esas vocaciones?
Sintonía fina. Caetano Veloso
y su hijo Tom tocando Desde que o samba é o samba.
Foto:
Maxi Failla
La relación que tuvieron con
la música fue bien distinta. Moreno y Zeca fueron muy dóciles en cuanto a
aprender; tenían mucha curiosidad por saber y en ellos la “formación musical”
se dio naturalmente. En el caso de Moreno, también le gustaba mucho la ciencia,
de hecho, estudió Física. Zeca es un apasionado por las bases rítmicas y las
programaciones, trabajó conmigo en el último disco de Gal (Costa). A Tom, en
cambio, no le gustaba ni que le cantara canciones para dormir (se ríe). No
tenía paciencia para la música. Para él, de pequeño, la pasión sólo era el
fútbol.
Tom,
¿cuándo empezaste a sentir interés por lo que hacía tu papá?
No sé si hubo un momento
exacto, sí recuerdo una gira por Europa en la que lo acompañé, tal vez fue en
ese momento que me empezaron a gustar las canciones que él cantaba. Antes, no
me atraían para nada.
Caetano: En esa gira por Europa, Tom vio el show todos
los días, tenía 7 años, y empezó a elegir los temas que más le gustaban. Yo
estaba en el escenario solo, con mi guitarra, y él empezó a tomarle el gusto a
lo que escuchaba, y a lo que veía.
Como
dice su papá, la pasión de Tom estaba puesta en otros campos, en campos de fútbol especialmente. En ese
terreno en el que Brasil y Argentina son rivales eternos. “Creeme lo que te voy a contar: cuando era chico, cada vez que jugaban
Argentina y Brasil, Tom hinchaba por ustedes. Y lo sigue haciendo”,
sorprende Caetano. Para creerle sólo hay que mirar con detalle la camiseta que
tiene puesta su hijo: es una de la selección argentina, azul, la versión
alternativa oficial. “Ese es uno de los
primeros recuerdos que tengo de la Argentina. Mi padre nunca me llevó a tu país
en sus giras, pero yo jugaba al fútbol en campeonatos infantiles y estaba loco
por jugadores de allá. Adoraba a Riquelme. Y, después, con la aparición de
Higuaín, de Messi... Me encanta Messi y me gusta Maradona. Sueño con conocer la
Argentina, pisar la Bombonera y hacer algún picadito con jugadores argentinos”,
relata Tom. “Te lo dije, este chico es argentino”, se ríe otra vez
Caetano.
Esa pasión por nuestro país,
sin embargo, no se tradujo en influencia musical. A Tom le gusta Astor
Piazzolla y no mucho más. Sus inicios en la música fueron de la mano de un
amigo de su padre, Cézar Cezinha Mendes. “Un guitarrista, compositor, de mi tierra, de Santo Amaro, en Bahía”,
puntualiza Caetano. Tom lo cuenta así: “No
tuve una educación formal en la música. A mí siempre me insistía Cezinha; me
decía: ‘Vamos, te enseño unos acordes y luego seguís vos’. Pero no lograba
convencerme. Hasta que un día prácticamente me obligó (se ríe) y me enseñó dos
acordes para tocar en la guitarra...” Interrumpe Caetano: ¿Qué
acordes te pasó?
Tom: Mi menor, La7.
Caetano: ¿En serio? ¡Qué gracioso! Bien básico.
Tom: Y sí, papá, algo fácil, estaba aprendiendo...
Así empezó todo, como un viaje muy bueno, me gustaban las canciones que me
enseñaba mi maestro; por ejemplo, Terra y Desde que o samba é o samba.
El
pequeño Tom creció musicalmente al abrigo de la paciencia de Cezinha y a los 14 años, con
algunos amigos de su edad, comenzó a darle forma a su propio proyecto. “Primero
hice amistad con Zé (Ibarra), un compañero de colegio. Un día, tenía 9 años,
nos encontramos en el desfile de la comparsa Sapucaí, en el carnaval de aquí,
de Río (Caetano, interrumpe de nuevo, con carcajadas: “Qué buen comienzo de
una banda, ahí, con la Sapucaí...”). Yo estaba sacando fotos. Con Zé nos
hicimos amigos, él era chico, como yo, y tocaba el piano, la batería, cantaba.
Hoy es multi instrumentista y también compone. Dos o tres años después,
conocimos a Lucas (Nunes) y a Deco (Almeida) y empezamos a tocar juntos. Yo
seguía aprendiendo con Cezinha y empecé a hacer canciones con él, piano y
letra. Luego a Zé se le ocurrió el nombre Dônica para nuestra banda. Es una
palabra que no significa nada en especial, pero nos identifica”, recuerda Tom.
Mientras Tom cuenta su breve,
pero intensa historia musical, Caetano observa, arrobado, y sonríe con ternura.
Caetano,
los viste crecer. ¿Les diste consejos a los Dônica?
Sí, aún los veo crecer.
Recuerdo que un día los vi aparecer en mi departamento, en el anterior, que
estaba en la playa. Primero vi a Zé, pequeño, y no lo podía creer: tocaba el
piano, los teclados y lo hacía muy bien, muy habilidoso. Para mí estos chicos
son superdotados musicales. Me impresionaron desde muy chicos. Nunca influí en
ellos, sólo les decía que me gustaba mucho lo que hacían y los dejaba tocar.
Como padre de Tom me siento muy orgulloso. Siento que él desarrolló todo su potencial.
Tiene talento, toca bien la guitarra, tiene esa percepción clara, nítida. Yo no
tengo la percepción que él tiene.
¿El
toca la guitarra mejor que vos?
Dinastía. Según Caetano, su hijo toca la guitarra mejor
que él y tiene un oído más fino. Un digno heredero de la estirpe Veloso.
Foto:
Maxi Failla
Sí, creeme que sí, toca mejor.
Ahora
interrumpe Tom: “Papá,
no toco mejor. Toco distinto”.
Un lugar que podría ser de
encuentro entre estos Veloso, es otro punto de diferencias. Tom tiene smartphone, lee las
noticias a través de Internet y es, sin ser fanático, un usuario activo de las
redes sociales. Caetano, en cambio...
Caetano, ¿seguís
sin usar celular?
Continúo
en el mismo camino (se ríe). Y ahora te diría que lo necesito menos. Mis hijos
están grandes y no precisan que los vaya a buscar a ningún lado. Antes, pasé
por algunos momentos de zozobra, como estar en la puerta de una casa, esperando
en vano que mi hijo saliera. Me atacaban las dudas: ¿Será que estoy en el lugar
indicado, será que era hoy que tenía que buscarlo aquí? Y no tenía un celular
para poder confirmarlo. En esa época estuve a punto de comprarme uno. Por
suerte, siempre había una persona cerca, con celular, a quien podía pedírselo
prestado. ¡Y nunca me lo negaron! (se ríe con ganas).
¿Leés medios
gráficos o digitales, cómo te informás?
Yo
leo el diario impreso, en papel. Y aunque no tengo celular, sí tengo
computadora y me gusta ver los sitios de noticias online sólo para enterarme de
esas cosas graciosas, como que Messi se tiñó el pelo de platinado. Esas cosas,
por lo general, están en el Yahoo! Noticias y las leo rápido, sólo para estar
enterado y divertirme. Lo que me encanta es ver cosas en YouTube. El otro día
encontré grabaciones antiguas de Ary Barroso. ¿Podés creer? ¡Está todo en
YouTube!
Otra esquina en la
que Caetano y Tom no coinciden es en la religión. Confeso ateo (“La
idea de religiosidad es insatisfactoria para mí”, “No mellevo bien con la
hipocresía de las personas que tienen algún tipo de autoridad religiosa”),
Caetano crió a Tom junto a su mujer Paula (otra atea declarada) y el resultado
fue un muchacho que tiene fe. Tom es cristiano: “No voy mucho a la iglesia
últimamente, pero es algo que se dio naturalmente. Creo en Dios”.
Caetano,
abierto, respeta las ideas de su hijo y lo alienta a seguir progresando con
Dônica. Para este año, Tom espera grabar un segundo disco con su banda y se ríe
cuando su padre le cuenta a Viva que
le gustaría hacer un disco familiar. “Es
un sueño subir a un escenario y hacer un show con mis hijos, pero por el
momento sólo sigue en mi cabeza y en mi corazón, quedará para después”,
dice Caetano, que en medio de la emoción que le provoca escuchar los planes de
su hijo, se hace tiempo para reflexionar sobre el mundo de hoy.
“Es
imposible imaginar un momento más complejo y difícil, como el de este presente,
para opinar o hacer análisis. Tengo la impresión de que el mundo está
atravesando el inicio de una etapa de grandes cambios, un tiempo que puede ser
largo y turbulento. Que lamentablemente también puede ser enfocado de un modo
apocalíptico. En cuanto a nuestra región, Argentina (un país que adoro, tengo
los mejores recuerdos de mis vacaciones en Mendoza) y Brasil están transitando
su viraje hacia la derecha (ustedes, democráticamente; nosotros, no tanto). Y
nuestros asuntos latinoamericanos, infelizmente, todavía dependen de lo que se
decide allá, en el ‘Primer Mundo’. Donald Trump, ahora presidente de los
Estados Unidos, es una respuesta de la mayoría trabajadora blanca, la que
perdió con la globalización. Una respuesta que también tendrá efectos sobre
nosotros”, dice.
Ahora
el sol brilla con fuerza sobre Leblon. Su playa y los turistas están en su
mejor momento. Río de Janeiro se ve como en todas las postales. Caetano sonríe
una vez más y se despide con otro abrazo. Su hijo Tom hace lo mismo. Abrazan
igual.
VERSIÓN IMPRESA
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